Afuera, el frió estremece.
El viento se lleva todo aquello que tiene vida
Y va amontonando entre las grietas, los días y los meses.
Busco mi abrigo enterrado en mi cuarto,
Para calentar mi cuerpo y no morir de pena;
Así durar un día más entre estos bosques espesos,
Y calentar mi alma, lo poco que hay, de lo poco que queda.
Busco en la cocina una taza de café,
Y ya no me importa, si está frió o caliente,
Si es mi igual de irreverente o si de azúcar tiene tres.
Me recuesto sobre el sillón de la sala,
Mirando las vigas que ríen, las vigas que hablan;
Y sin cortinas sobre las ventanas, miro gritar a la lluvia,
Cayendo sin cesar sobre la tierra que ahoga
Ocultándola entre las sombras
y entre la brisa que la llora.
Estoy encerrado en mi propia alma, no tengo a donde huir,
Tendré que esperar que pase la tormenta,
Para salir afuera y rescatar las plantas moribundas,
Y las raíces descubiertas;
Encontrar mi espíritu perdido y esperar que amanezca.
¡No! , abrir la puerta sería dejar entrar la angustia;
Pero ella la golpea, incesantemente la golpea,
Lloran y lloran las gotas,
El alma de ella toca a mi puerta.
¿Y si miro de costado, nada más para verla?
Prometo no dejarla pasar, simplemente es,
Mirarla, ofrecerle algo para que se proteja.
Hace mucho frío allá fuera,
Es injusto, es tortura, es indiferencia.
Ella trata de abrir la puerta y sus gritos me desesperan.
Es darle abrigo nada más, un pedazo de pan,
Algo para que soporte la noche entera,
Es ayuda, es solidaridad,
No quiero dejarla morir de soledad ni de tristeza.
Pasan los días y la tormenta no cesa,
¿Es tan ardua la testarudez de la lluvia?
Afuera no habrá más vida si nadie hace que se detenga.
¡Oh! ¡Lluvia!, ¡lluvia!, ¡lluvia!...
Lágrimas, mis compañeras eternas.
Tomo mis cosas,
Y miro con detenimiento esta cabaña,
Ahora los sueños gotean hacia el olvido,
El silencio huye entre las rendijas abiertas de las paredes
Y así perderse entre las montañas.
Al fin quedo rendido y abro la puerta.
Salgo para verla pero ya no está,
Tal vez se canso de esperar,
Y de tocar inútilmente a mi puerta.
Se fue,
Ya no está,
Ahora quedo solo,
Luchando mi propia guerra.
¡Soledad!, ¡soledad!, ¡soledad!;
Mis momentos de tristeza.
Hoy mis sentimientos,
Que como lluvia, son gotas que mueren sobre tu puerta,
Golpean y golpean con alarga insistencia,
Tratando de que abras, y no morir afuera,
De frío, de hambre, de soledad y de tristeza.