También nosotros vivimos buenos tiempos
cuando el cuerpo sintonizaba con el alma,
y bailamos con nuestros amores sinceros
a la luz de la luna llena,
y nos sentamos con los sabios y los justos
y fuimos ganando ingenio y alegría
en torno a algún plato selecto
gracias a Escoffier.
Y sentimos esa gloria impertinente
que las lágrimas suelen alejar,
y quisimos que los corazones briosos
cantasen con el estilo grandioso de los antiguos.
Pero fuimos importunados y fisgados
por la multitud promiscua,
los editores nos convirtieron
en fraudes para aturdir a la multitud,
todas las palabras como Amor y Paz,
todos los discursos cuerdos y positivos
fueron ensuciados, profanados y degradados,
los convirtieron en un chirrido horroroso.
Ninguna oratoria sobrevivió
a aquel pandemonio
salvo la amarga, la soterrada,
la irónica y la monótona:
¿y dónde encontraremos cobijo
para la alegría o el simple bienestar
cuando apenas queda nada en pie
más que los suburbios de la discordia?
Wystan Hugh Auden (1907/1973) es un destacado poeta y dramaturgo inglés nacido en York. Hijo de un médico, desdeñó la ciencia para dedicarse a la poesía. En 1925 ingresó en el Christ Church College de Oxford, donde se convirtió en la pieza central de un grupo de intelectuales entre los que figuraban Stephen Spender, Christopher Isherwood, Cecil Day Lewis y Louis MacNeice. Después de concluir sus estudios, en 1928, fue maestro de escuela en Escocia e Inglaterra por espacio de cinco años. Durante la década de 1930, junto a notables intelectuales y sensibilizado por la realidad social, desarrolla una marcada tendencia izquierdista.
Considerado como el más influyente desde T. S. Elliot, fue un artista capaz de aceptar su tiempo como un desafío de la vida. Transitó el convulsionado siglo veinte incluyendo en su obra cada una de las expresiones de la época. Su punto culminante es “El mar y el espejo” en la que transmite su obstinación poética y su gusto por la creación con una valentía despojada de eufemismos.