Roberto Juarroz


54.



 Los ojos abiertos también andan vestidos,

 encerrados con el aire.

 Corrigen la claridad,

 desandan el camino del viento,

 se caen hacia atrás como fusilados al revés

 y derrochan el mundo

 como un loco repartiendo barajas.

 

 

Alguien ha enterrado una nube

 que ya nunca lloverá

 y la flecha ha tomado el lugar del arco

 y así duele doblemente el mundo.