54.
Los ojos abiertos también andan vestidos,
encerrados con el aire.
Corrigen la claridad,
desandan el camino del viento,
se caen hacia atrás como fusilados al revés
y derrochan el mundo
como un loco repartiendo barajas.
Alguien
ha enterrado una nube
que ya nunca lloverá
y la flecha ha tomado el lugar del arco
y así duele doblemente el mundo.