COMO EL SOL
En la comunión familiar
mi ausencia es como un latido
que se precipita en impotencia...
Sólo en pensamiento puedo estar ahí
para compartir el momento sagrado.
Le agradezco a Dios
que puedo escucharlos felices, sanos,
y sentir que me esperan,
como yo los espero y quiero...
Todo tiene su precio
y el mayor premio es volver a abrazarlos,
reencontrarnos para amarnos,
reafirmarnos y reconocernos...
Ya no importan el tiempo,
la distancia o el extrañarnos;
es de nuevo emprender el vuelo,
juntos, emocionados, dichosos,
nutriéndonos beso a beso,
viviendo el tiempo nuevo,
valorándonos, madurando y creciendo...
Después vendrá el momento
en que todo empezará de nuevo
y seremos otra vez el sol
que en el ocaso anhela el amanecer.