Cautiva, Francisca Adaro (poema épico
1
Todo el
desierto se extiende, silencioso y fatigado,
bajo el calor de la tarde.
Sólo el añoso
caldén,
amparando tu
memoria, oscurecida y callada.
Un matorral de
chañares interrumpe la llanura
y una vez
más las achiras rememorando el pasado.
Aún resuena en
tu pecho el tropel enceguecido
y aquel
creciente rugir del malón desenfrenado.
Nubarrones que
se alzaban, confundiendo el horizonte.
Todo el horror
…, el desconcierto …
y de repente: nada!
Cuando
entreabriste los ojos,
aquella mirada
oscura, profunda, penetrante,
hizo correr por
tus venas
mezcla de miedo y confianza …
El Gran Cacique
Painè te llevaba entre sus brazos.
No supiste de
tu padre,
la carreta, los caballos …
Sólo vos ,
Francisca Adaro,
refugiando tu
dolor
en aquel pecho araucano