Balada para dos extraños
LLeva la puerta un grito
de soledad colgado
en un plazo marcado
de silencio contrito.
Como en una estación
desprovista de andenes
de andantes y de trenes,
todo es inanición.
Y una extraña pintura
con su música extraña
tiene acústica y baña
la calle en su lisura.
La puerta en su postura
de arcano clausurado
muestra el sello del hado
en cada mordedura.
La música es un tercio
de notas dibujadas
y puertas despintadas
enfrentando al silencio.
La luz, como un detalle,
a la música abierta
y al cierre de la puerta,
ha enlazado del talle.