miro el cielo estrellado.
Desde el frente, recién blanqueado,
de mi cabaña alquilada
por pasar un tiempo,
desvelando poemas esperados;
la noche ganó su absoluta presencia,
a la hora de las dudas.
Al tiempo que transcurre
desde el presente ríspido,
al pasado lleno de ecos y voces.
La luna fue parida
por las oscuras copas del pinar.
Desgarrando vagas formas,
surge, plasmando el aire
y el solitario paisaje,
con su espejada luz,
tenue, blanca, disfumada.
Cada titilante,
distante, joya fulgurante,
es fantasma de lejanos fuegos,
que miden distancias
en eternidades infinitas.
La noche toma fuerza y dimensión
de la brisa,
que murmura desde los pinos
con tu voz.
Visitas nuevamente este eclipse reiterado;
esta noche de soledades,
tu recuerdo vuelve.