OLVIDA!
Levántate, alma desconsolada!
No fueron vanos tus intentos,
ni fallidas las sutilidades
de tus horas alegres.
No en vano pisoteaste los cercos
ni pusiste carteles en la Luna,
no fue en vano que, desangrada,
te arrastraras a los pies de los
árboles a lamer su savia
y a curar sus heridas profundas,
esas que laten por falta de cuidado,
de amor,
de ternura y sosiego,
insondables como la congoja
que te atenaza en la hora postrera.
Levántate y aviva la llama en tu horno!
El horno en que quemaste
tus mejores sueños,
el que ahora te grita:
aún estoy aquí, aún estoy listo!
Devoraré toda tu nostalgia,
todos tus pesares,
las desilusiones!
te devolveré, nueva y palpitante,
al goce de la vida y de
nuevos amores!