de las gipsófilas del Mar Negro…
nunca te pregunté por las perlas de estas gipsófilas de mi patio:
¿tenían en el Mar Negro la misma curvatura
la misma languidez al enfrentar al cielo? tampoco si la pampa
ruge en algún punto como una estepa , si el blanco y el negro
son opuestos o matices de la misma herida ancestral que nos inflige
el paisaje de la infancia si un mar y una bahía
duermen juntos, sueñan juntos si la clepsidra avanzaría por estas dunas
disolviendo harapos o vos eras un canto alto entre sábanas de viento
si el barco que te trajo fue disuelto en los líquenes
de tu memoria si hubo licores y flores que te ataron a las piedras
de esta tierra o si tuviste que apretar los dientes
para ganarle al polvo si en tu tendal de ropa había lugar para la sal
que cruzaba el aire o si tus volcanes de lava respondían al Dnieper, al Goverla
decime abuela si tus sonidos
eran llamadores de ángeles en una tierra extraña
o la amabas?
de las piedras que miran al cielo…
la piedra
guarda la misión ancestral
dar testimonio de la vida
la mirada omnipresente
de las espirales
-comprimir la historia en su estructura-
sabe,
de mi dedo
que nunca surcó
la línea de tu espalda
-un azote al brote de la rama-
la acritud del minuto
un vinagre que desciende
concentra la verdad
en las hondonadas de la piedra
único testigo
-el sentimiento cristaliza sus ecos transparentes-
se adosa a la piedra
de cara al cielo.