quicemenosuno
La primera piedra anclada
a un tendón de la memoria
tiene una voz negra
que se arruga la camisa
esperando un silencio
que suene a palabra
estrellándose
contra el cielo interno
de un párpado
quinceyuncuarto
¡Asombro!
No es mía el hambre
que muerde mi estómago
pertenece a la daga de plumas
que ante mis ojos
rasgando la piel del aire
arroja la muerte
sobre su presa
quince
Tumbarme boca arriba
boca abierta
Trazar una línea recta
entre las pupilas
y un enjambre de nubes
andar un poco
zapatos nada
ir al centro de la corriente
donde el viento me esquiva
para seguir su camino.
quinceymedio
Sólo me queda
la palabra herida
el cuervo rojo
de amarilla pupila
la flor silvestre, trasnochada
y la mano abierta, extendida
que he sembrado
en la piel de un viejo árbol.