El marinero y su mar
¿Cómo?
¿Dónde tocarte?
A ti, mar.
¿En qué movilidad?
¿En qué instante y desvarío?
Eres otro y eres tú.
Sobrepasas al péndulo y las violetas.
Te eriges en crisálida y manoseas.
Corrompes la escultura
y en un santiamén sustituyes su elegancia.
¿Cómo ondearte y cómo contemplarte?
Mar, mar inmenso, mar…
Abres el mundo a la transparencia,
a la territorialidad, a la hermosura,
a la magnanimidad de los latidos,
a la demanda de los vírgenes deseos,
a la sobrevivencia de las copas.
Bajo tu humedad y tus estelas
se abre el mundo y el salitre,
y danzan, incontenibles, las alas de tus olas.
Impávido y soñador, ¿cómo tocarte?
¿cómo mirarte?
Déjame soñarte con la lluvia
que hincha a la vela
y con sus barbas mojadas huye
o se integra a la borrasca.
Déjame acariciarte,
y mudo, silencioso,
con la boca llena de sorpresas,
con la lengua conmocionada hasta la altura,
hablarte en las orillas;
pronunciarte desde mi barca llena de ilusiones
a tus branquias favoritas,
a tus aletas dorsales diamantinas.
¡Cómo voy a tocarte con mis manos
si un día miré tu rostro mar adentro!
Y el olor a la rosa sigilosa vino entonces:
a cervatos en la tierra,
galopantes…
mar adentro…
galopando.
¡No me despiertes nunca, mar!
Yo sueño en ti mis sueños
y al buque náufrago silbando:
esas sagradas proas
de un océano en movimiento
que fueron por las olas
buscando mil miradas,
que fueron tras las rosas
de espinas ya embarcadas.
Mil miradas todas,
mil miradas juntas…
mil rosas sacudidas
y luego embarcadas.
Y tus cuevas subterráneas,
¡ah, rosas inmortales!,
azules como el ave,
aperladas y moluscas;
seres perpetuos como las sombras
engullendo y poseyendo:
mil miradas eran,
mil buques con aletas.
¡No me despiertes nunca!
Yo voy a tocarte en el silencio puro.
Voy a sentirte en mi entereza
y navegar un día
donde nadie anduvo o pudo,
donde sólo el agua anegó el sino;
cantarte con las manos,
con la pluma fascinada,
como un loco sin mesura,
sin límite en los ojos,
extasiado y lavado en el líquido
universal de tu pureza.
¡No me despiertes ya más nunca!
¡Déjame mudo y silencioso!...
¡Ah, olas inmortales!