Pablo Martínez Burkett

ACASO UNAS CARTAS VIEJAS


Desde unas cartas viejas
tu letra minuciosa te recuerda
y me delata, olvidado espejo
el tiempo pasado,
las fatigosas esperanzas,
los sueños extraviados.
No queda otra memoria
que consiga justificar
este deshojado vacío.
Y al final, el ahogo postrero
y la sonrisa amarga,
Esta indigente soledad
Que se parece demasiado a la angustia
Acaso, tal vez
Ya no sea capaz de amar.



COSTAS DEL CANGREJO



Eterna diatriba:
sonoras olas aquí,
adamantinas arenas allá.
y un cangrejo que observa.
EL ESPEJO
Nada es lo que parece.
Pensaba que creía,
creía que pensaba.
Vana ilusión.
Eran mis sueños
reflejándose en el tiempo.



GENESIS


Asombro primero
Frontera insoluble
No descansa la idea peregrina
¿Eras tú que me esperabas
o yo te salí a buscar?



PARAMO


Silencio,
marmórea soledad.
Murmullos apenas adivinados,
la voz baja de tu mirar

FÉNIX


Rojo intenso,
cosmogonía grotesca
¿Es el viento que arrasa
o mi alma que tirita?
Fénix.
Sólo eso.



COROLARIO


Avanza la historia,
se confunde la vida.
Algunas veces soy yo mismo.
Otras, me suplanta mi sombra.
Avanza la historia.



IGNORANCIA ESENCIAL


La noche,
repleta de silencios,
preñada de sonidos,
estrena una inevitable
luna amarilla
Desde las sombras
un gato,
mirada de diamante
no comprende azorado
el renovado milagro
del Cielo reflejado en la Tierra.
Mira a la luna gorda
en una charca cualquiera.
Lento, sin prisa
Eleva su fabulosa cabeza.
La luna
lo aguarda, orgullosa.
Adivino un estremecimiento.
Quizás intenta entender.
El cielo, la luna,
la tierra, una charca cualquiera.
Quizás intenta entender.
¿Cómo pudiera?
Ni siquiera sabe tu nombre.



SONETO A LAS COSAS PERDIDAS


Tú que has visto el sol y la quebrada
y que has ganado el laurel de los redobles.
Tú que acuñas el sonido de la nada
Y que de acero verbo forjas tus mandobles
Tú que burlas el osco pensamiento,
y que rubricas tropos de esmeril filosofía.
Tú que eludes fatigar el sentimiento,
y que del pagano cielo alumbras teogonía
Tú que ahogas el inaudible destrozo
que te abisma la sangre, hiperbólico
tú que ignoras la piedad del sollozo
Tú que fuiste la manzana del Huerto
tú que eres ya un tambor melancólico
tú que no sabes. Tú que estás muerto.