Jorge Humberto, Covina, Portugal

LA NIÑA Y LOS CAMPOS DE TRIGO


Entre las cortinas y el viento norte
me asomo a la ventana
para ver los vastos campos de trigo
que se perderán de vista,
cuánto más esfuerce mis ojos
para llegar a las llanura.
El sol me impide
Llegar más allá.

Vastos campos de cebada , en cuyos
terrenos cultivados por la mano de la mujer
y del hombre, lanzando cuerdas de
músculos y de nervios, son paraíso para
incontables aves que allí hacen su nido,
para comer las semillas caídas
de en el milagro del suelo.

Y por la mañana, la niña se pone en camino,
atravesando el largo
trigal, para ir a llevar la merienda a sus
padres en un cesto con mucha agua,
embutidos de carnes y fruta fresca,
dándoles así el merecido reposo.

Qué emocionante ver estos campos en
que se pierde la línea del horizonte. Su
tono armonioso, cuál olas suaves de
un mar terrenal, repleto de vida, que nos
lleva a meditar sobre la importancia del buen
vivir, sobre aquellos que trabajas la tierra
de sol a sol.

La niña camina ahora en
dirección a la escuela, y yo la veo pasar todos los días
en los umbrales de mi ventana. De
esperanza son los versos que todos los días ella
entona, versos cantados por todos aquellos que nunca se
subordinaran al patron. Que la tierra es de quién la
trabaja en todo su esfuerzo y dedicación.

12/11/09