No quiero virtud, quiero deseo
Y ahora la virtud como una moneda
que compró pétalos. Pienso en galerías
que el insomnio cicatriza, en huérfanos
que aman las axilas del desprecio, en el
crepúsculo, la noche, los labios inmensos
de tus columnas. La vida era entonces exigencia,
metacrilato en los poros del deseo, añoro
la casa que sumaba nuestros cuerpos, pequeña
como un beso entretenido, nos cobijamos
en ausencias para no ver el desnudo del silencio;
hoy las horas producen sombra, tal vez olvido.