Guárdame de las noches
en que desvelados
mis ojos se clavan
en la trémula
ruptura de las horas
Guárdame las llaves del paraíso
que extravié hace tiempo
--hay briznas de sol
y de hierba edénica
en tu pelo
Guárdame de la tristeza
de las mañanas
con ducha fría
y calcetines inencontrables
y miedo oscuramente amanecido
Guárdame los adioses
en el mimbre de la cesta
que prometiste arrojar
desde el puente aquel
de los suicidas
Guárdame de tanto salto al vacío
de las redes extendidas a mi paso
de los carteles que anuncian
el fin –tú y yo— del mundo
Guárdame el deseo
de seguir buscándote
y perdiéndote
y encontrándote
siempre
siempre
--mi vida entera
Guárdame del silencio de tu boca
del silencio de tus ojos
del silencio
Guárdame de los días míseros
sin ti
Guárdame en ti