A nuestra espalda quedó la tierra herida,
mancillada por la mano de blanco guante,
oculta bajo el retazo de pieles morenas,
bebiendo roja sangre de venas desgarradas.
A nuestra espalda quedó resignada, en silencio,
a la espera de nuevos pobladores que le den vida,
a la espera de que sus nuevos hijos despierten.
Hijos que reniegan de ella, olvido con sabor colonial.
Martirizada bajo el velo imperial del impostor
nuestra tierra agoniza y llora en silencio.
Sus amados hijos se han contagiado del virus
mortal del odio y la mentira, traición y locura.
Historia que se oculta hasta ser olvidada,
hasta ser disfrazada de nuevos porvenires,
ilusión inoculada por la mano de blanco guante,
droga que mantiene dormida a la verdad.
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