OSCAR VICENTE CONDE


LABERINTO

La ciudad al borde de los filos que brillan
como astros lejanos 
nadie que observe a los desprevenidos
aquellos con los ojos amarillos
los labios violáceos
y la dejadez en sus pies

el silencio de los ocultos dentro de las sombras
como parias de tempestades que pasaron
los que llevaron la sed a otros sitios
cedieron el hambre a otros habitantes
y nunca preguntaron que divinidad los seducía

después que pasó la estrella fugaz
hace tanto tiempo que ya nadie la recuerda
ellos siguen arrodillados frente a la neblina 
mudos como estatuas 
firmes como árboles secos
esperando un salvoconducto que truene en los cielos
como la misma voz del elevado por siempre

la sangre sin dueño se dispersa impaciente
antes que el sol tardío la queme