Buda (Un Estado del Alma)
Un Dios sin nombre
habita lo profundo
de tu vieja gloria.
El amor alienta los pasos.
Caminos crujientes
de conchilla y arena.
Tu desnudez
es entrega anhelada
por senderos que ofrecen
tentadores paisajes;
dulces manzanas
y olvidos sinuosos.
La deidad reclama
pasión y coraje.
Donde convergen los caminos
espera la flor de azafrán.
Tu caricia
y el beso liberador.
Para la carne cansada…
El fuego.
Para el eterno viajero,
la reencarnación.