DIEGO L. GARCÍA


LAS TORRES DEL DÍA

 

En ese tiempo

rodaba el pasto

impulsando un rojo carro de señas

 

pájaros cerraban sus ojos

hasta anochecerse

 

y el viento helaba

lo que no debíamos ver

 

Ese después

 

La hora cálida

que comenzaba a deshacer

las torres del día prodigioso