LA
JAULA DE LA SENTENCIA
I
Cuídate
de los viajes, hijo mío,
cuídate de los viajes y de los trenes
y del tambaleo de los barcos en la batalla del
amanecer.
Cuídate
de los trenes
y de la tierra donde baila sepultada una
llama,
cuídate de los barcos y de los fuegos fatuos
como escondes tus rodillas del tormento de la
tempestad.
Nunca
entenderás el recorrido de los animales
por las veredas y los parques,
los animales malos que se comen la sed.
Nunca entenderás los ojos de los perros
que desaparecen tras el silbido de los
cazadores.
No me digas que no has visto
los animales negros que tienen cara de
anciano.
No me digas que no has visto
los caballos cansados que cruzan con sus patas
la verdad.
Ten
cuidado de los viajes,
ten cuidado de los trenes y de las potencias
malignas
y de perderte entre tus propias aguas.
No
dejes tu sombrero fuera de la casa,
no dejes tus guantes lejos del amanecer,
porque las hormigas te golpearán con sus
antenas
/hasta causarte daño,
porque las piedras arderán en tus zapatos
negros,
para que aprendas a no jugar con las líneas de
tus manos,
para que recuerdes, hijo mío,
que el norte de las brújulas se come la cabeza
/de tu propio animal.
Cuídate
de los viajes,
cuídate de los viajes y de los trenes
y del tambaleo de los barcos en los mares sin
ley,
porque en los viajes va la muerte hablándote
al oído,
porque en los trenes va la muerte sentada
y en los barcos va la muerte de pie.