Ese que te juró tanto amor
y que entre risas te acariciaba;
hoy, te golpea sin compasión
y
con furia desatada.
Y tú, dolorida y resignada,
las sábanas retorcías
y bajabas la mirada...
sin moverle las caderas,
pero ahogándote en sus babas.
Aquél, que a tu cuerpo veneraba,
y que a tus labios
y a tus ojos adoraba;
hoy, te golpea sin compasión.
Y tú, al amparo de un maquillaje
vas escondiendo el ultraje
de un maltrato sin razón.
Y en la esperanza de mil promesas
le pones la sopa en la mesa,
mientras marchita tu corazón.
Viéndole beber cerveza,
y retrepado en su sillón.