No hace falta
que el miedo produzca prejuicios
de lo que apenas posee.
Porque la distancia
entre lo que existe y lo que no existe
aún se encuentra oculta.
Por lo menos,
hasta que el verbo emancipado huya,
doble la esquina,
esperándonos y pensando,
cómo arrojarnos en una idea.
¿Será por eso
que la palabra se resiste,
para que una vez liberada nos maniaten?
¿Y si alguien encontrara
la medida de la palabra partiendo desde su silencio,
seguiríamos teniendo miedo?
No.
Nuestro vacío
se llena aún sin palabras.
Se desborda
y nos ahoga ahuecándonos.