William Anselmo

Pleistoceno


En el centro del panóptico
de tu presencia
hay espacios circulares,
construcciones reflejas,
la bitácora y el cristal.
Así como las rocas sedimentarias
erosionaron los ojos del mundo,
los tuyos se confunden
en los abisales del bucear,
son el magma originario,
un amarradero
en el que a veces me miro.


Despertar en el quinto


Lluvia sobre los caminos
aquel día de invierno,
el primer sol despues de la tormenta
moteaba las ventanillas
de un oro incaico.

Despegamos a la madrugada
y los autos se ven como puntos móviles
en la linea sin fin de la carretera,
esas luces que brillan sobre la ciudad.

Casi sin darnos cuenta nos acostumbramos
a las imágenes que se condensan
como un atardecer en Marte,
cuadraditos del paisaje
donde el horizonte se confunde
con las instrucciones de la azafata,
y ya carreteamos, medio despiertos,
sin saber el futuro que nos aguarda,
salvo la sensación
de algo muy antiguo
que sucede.


Suceder en Flores

I

Con una mano cubro la figura previsible
de enigmas que exceden la propia imaginación
e intuyo en los recuerdos experiencias fallidas,
la sombra de problemas.
Percibo el conjunto de modestas
lineas que aparecen y se transforman:
como moscas en el vecindario
algunas miran la tormenta que se avecina
y llegan a la disolución,
salvo por esa moderada excrecencia,
esas flores de retama, las hebras
de un saber ignoto, un pájaro
prehistórico y turbulento, como instante
suspendido en leve día de otoño

II


Sentado a la mesa del café
veo cómo la lluvia se deja sentir con todo rigor,
hay huellas alojadas en el recinto interior,
memorias del cuerpo, flashes de la tarde
en los cuales, probablemente, se den las soluciones
a los que la vida nos tiene acostumbrados:
pronto llegará gente conocida y nos encontraremos
dialogando sobre ciertos hechos circunstanciales.
No hay forma de cambiar el registro que se
detiene cuando el sistema de contención
marca stop, y sólo nos quedan las horas por venir,
la mera latencia de las cosas, el símil
de una persistente diversidad.