En blanco y negro quedaron las imágenes.
Como un país de catedrales
y con veredas sin palabras.
Ato a mi oído este silencio luminoso,
Camino errante entre las alamedas y aquel bosque.
Soy extranjera ya de tus memorias.
Mis ojos beben el azul
y con los dedos florecidos prendo
las sombras desgarradas del crepúsculo.
Devoro el frío de los amaneceres
entre las voces de estos muertos perdurables.
Dibujo en el fervor de unas calles desiguales
esta breve colina de mi risa,
esta nostalgia que le entrego a la ciega ventana
sin espera.