EL PERDÓN
Como una antigua proyección
en blanco y negro,
yo vi cómo Neptuno
diluía los quistes emotivos
dormidos en mis centros.
Más ligero de cargas,
el mimbre doblado de mi espalda,
dando un brinco, irguióse nuevamente
y pude contemplar, después de tanto,
la plenitud sin par del claro cielo.
Allá en el horizonte,
detrás del mar eterno y su misterio,
una palabra nueva y luminosa
remplazó al rutinario “The End” de la película.
“Perdón”, leí,
y una sonrisa
me elevó los dedos a la frente
donde una arruga se ausentaba, huyendo.
Festejé frente a las olas y reemprendí el camino
sintiéndome más cerca de los dioses,
y comprobé la verdad escrita entre las nubes:
que amar, humano es...
mas el perdón, divino.