A cuatro manos: Liliana Varela y Chelo

Metabólico

Fantásticas historias cuelgo en tus pupilas que no dejan de observarme.
¿Sabes cuánto tiempo atizada por la hambruna del oyente,
presagié este encuentro entre vos y mis palabras?
¿Y cuántos soles azotaron la falsa porfiria
en que escondidos personajes pugnaban por salir de ese Aleph?

Hoy la línea completó el círculo:
gnomos, elfos, hadas, ninfas, asesinos, suicidas y bestias
todos desfilan frente a tus ojos.
¿Era lo que querías, no?

El interminable teatro de la mente
recreado en la tabla rasa de tu frente.
El segundo sorbo
bebido de la misma copa descubriéndome ante vos
el espejismo de pensar
que conoces esa llanura que sólo existe en tu imaginación
¡el eterno goce del espejismo!

No más anuncios.
Los centinelas subterráneos del bosque de la fertilidad
han salido a defenderlo, por haberte embarcado y alejado,
convertido en presagio consumido en realidad.

El ciego, que se perdió en rutas con carteles y postas
y no en viriles y húmedos prados
que sostuvo el perfume cuando quemó ramas secas
después de cerrar la puerta, él mismo
quiso que los cuentos sean urbanos.
Asesinos, suicidas, bestias, y tarde para un dale
contame un cuento más y no detengas la fábula azarosa
de la hoja que el remanso viento no puede ver quieta.

Tallo estaqueado pregunta
dónde irán a parar los días
pues entonces antes
agradece y después, pide.