Silvia Longhoni

ASTERION


No tendrás otra playa donde amarrar tu ira
de ciervo enceguecido con un tiro en la frente,
ni esa ruda congoja que jamás tiene sueño,
la lanza que persigue tus rastros sobre el polvo,
la penumbra que apenas te traduce el aliento.

¡Qué vuelva a mí el sonido del viento en el velamen!

No habrá dónde volver.
El mar es anchuroso, demorado el destino;
ya no hay cartografía ni estrellas disipadas
y la bruma diluye las líneas de las costas,
el incierto horizonte de espectral agonía.
Y ya no habrá más playa donde amarrar tu celo,
descascarado grito de pájaro cautivo.
¿Dónde amparar entonces la paciente tristeza
que insiste en desnudarse con tus propias palabras?

¡Qué vuelva a mí el sonido del viento en el velamen!

No habrá otra playa, es cierto, y acaso conjeturo
que la isla y el puerto se llaman con mi nombre,
que el rumbo es sólo un credo mantenido en vigilia,
que es todo empeño inútil el trazar coordenadas,
que todas las miserias que guarda la sentina
y el orgullo del mástil, y esa proa demente
hallarán su cobijo
el día que termine de escribir un poema.

¡Qué vuelva a mí el sonido del viento en el velamen!