En su aquelarre:
¡Atrevida osamenta que tocas la lira en sus ingobernables pupilas oníricas!
Comienza por aceptar, la noche no puede dominar el alba.
¿Qué quiere que no puede?
Quieres y no puedes.
¡Déjala en paz entonces!
Porque algo de angustia conoce,
algo sabe de no querer existir más.
Si en cada noctámbula diurna tuya,
buscas el lucero sin saber por qué nocturna,
seguirás soñando legiones
de números y símbolos
de fragancias y colores
o desgarradas estructuras
de ecos balando, a rostros
que nunca has visto en tu vida.