KARINA SACERDOTE, Buenos Aires

DELIRIO 6 – CARAMELO –

Partirse en dos para encontrarse y comulgar con la oscura estrechez de las horas; para ser un después de ahora que el espejismo se le caló en el pecho, que le volvió la sangre del color de esos ojos. Esos ojos que de lejos se presienten verdes pero que son, cuando cerca, de intenso caramelo que envuelve caliente, que se adhiere a la piel y que ya no puede quitarse porque si se lo arranca, se lleva un pedazo de carne.
Partirse en dos para que la mitad acaramelada sepa que es la mitad más pura. Ser en esa mitad, la justa proporción de sus perversiones y caricias. Ser aquello que no buscó ser, que la voló del mundo plano con un levitar de ave fénix deliriosa.
Saber que es sólo esa mitad nueva en sus manos. Que la otra se remienda cada hora porque también lo extraña y se rompe un poquito más y se disuelve en los pedazos partidos.
Esa otra mitad que queda y que zurce lo agujeros de las medias, que cocina a la hora indicada, que saluda y dice gracias y se lava los dientes antes de dormir. Esa otra mitad que desespera porque sabe que se encoje, que le cuesta ya no perderse en el calor dulce de la otra mitad que vive.
Partirse en dos para que la mitad que agrega sal líquida a la sopa que revuelve, se vaya abandonando a la verdad de la otra mitad que contiene a esos ojos.
Desvanecerse en la verdad que se extiende. Ser enteramente suya, a riesgo de desaparecerse de sus ojos cuando, rompa el hervor y el caramelo se queme.