Las cosas llegan siempre justo a su hora.
En el reloj de Dios jamás hay prisa.
El timonel del mundo no improvisa
Ni se adelanta el tiempo, ni demora
La impasibilidad con que labora
El Dios Cronos, la máquina precisa.
Así, mientras disfruto de esta brisa,
Recuerdo que jamás vuelve "el ahora".
Estamos en un río que no vemos
Donde el pasado queda congelado
E inevitablemente nos movemos
Al mismo tiempo que nos desintegramos
En el agua invisible del pasado:
¡OH, simple material cronometrado!