Apología a la palabra.
A dama tan jovial, imprescindible y generosa
debo rendirle culto, con respeto.
Le haré una estancia con tapiz de rosas
ella el centro, dibujada entre arabescos.
Es hermana, compañera omnipresente
(puede también, ser despreciable e insidiosa)
Es un prodigio, es infalible, es la fuente,
es bendición en los labios si la honras.
Y si el hombre, su amo, tantas veces
la envuelve en suciedad, convierte en daga
para lanzarla con maldad, al que desprecie
volverá a él, para cobrar su paga.
Cuando es noble, con bríos primigenios
sabe empinarse a las máximas alturas
y pervive por todos los milenios
dando a los siglos su sello y galanura.
(Es la dulce soberana que un día
se expresará con santidad ante el sosiego
nos secará esa lágrima escondida
y si hay rencor, apagará ese fuego).
Si es alegre, embellece a los mortales.
Hay quienes viajan amándola en silencio.
Es escudo de luz de hombres cabales
y una antorcha apagada para el necio.
Los sabios, al usarla, le erigen monumentos.
Para el audaz en la lucha es su bandera.
.Ella suele ser la puerta del tormento
y en los niños, sabe a miel por verdadera.
Regio atavío le otorga realeza
un bien mayor no conoce el hombre
puede serle blanda vía a la grandeza
y el cuño de oro para honrar su nombre.
Cuando oportuna salga de tus labios
procura se santifique al pronunciarla.
Que no sea arma fatal de odio ni agravios.
Ella, tan regia y noble dama, ¡la palabra!...
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