No sé ahora, ahora que se angosta el mar
dispuesto a ser río, ensenada apenas,
a qué inmensidad ha de llegar la voz de mi suspiro.
Dónde la resignada piel de la noche
y su mohín coqueto de canas teñidas,
dónde la desnudez sin carne
en la que la mujer
en ayuno de máscaras
existe más hembra que nunca
en el simple beso del aire…
Es que ya se ha vaciado la intimidad de la palabra o grito
y las pausas de la sangre esgrimen el color de los ojos:
¡está tan colmada la profundidad de las manos
con todo el silencio líquido del que bebe la esperanza!
No sé ahora, ahora que se angosta el mar
dispuesto a ser isla, farallón apenas,
a qué dársena ha de arribar el anhelo nómada de mi esquife.