JARO GODOY

Detrás de la seis.

A Sofía.


Tu vientre, Armagedón donde combaten su invisible guerra,
Una jauría demente de azafranes.
Tus labios, dos arco iris, dos mañanas de pintada lujuria en sus muros,
Un grito penoso de animal silvestre,
Adormecida lluvia de cedrón cerca de la seis de la tarde.

La sagrada soberbia de tu belleza llena el vacío fecundo,
Sobre el aire enamorado de la medianoche,
Tus besos, palomas recién bautizadas, en el orgulloso,
Acantilado de la libertad.

Tus palabras, juncos de poesía, arroyos del edén,
Agua dulce bajo el susurro de los ángeles en reposo.
Ariscos gritos de primavera enajenada,
Cayendo sobre mí como un ejercito de rosas mojadas.

Leve figura de mujer, materia sutil que busca su forma,
En las tardes grises de las viudas camino a un entierro,
Y cae la ultima hoja del tiempo,
Como dos gotas de almendra, entre fragmentos de violetas.

Seis de la tarde, explosión de manzanas adolescentes a las seis de la tarde,
En el sudor de una mujer en fuga, en el amor con agujas de cristales,
Como ladrones del otoño entre violines nupciales,
Cayendo sobre la pólvora reseca del ultimo suspiro,
Destejiendo el amanecer detrás de las seis de la tarde.



Melodía de caníbales.



Quiero dormir dentro de ti, los otoños de la imaginación,
los poemas con sus embajadas de cereza, olivos y margarita.
todas las plazas con sus murmullos asesinos.

Quiero soñar dentro de ti, con el vuelo fugaz de aquellos pájaros,
bajo el entretiempo encendido del lento ritual de lo añejado,
silenciando la melodía de los caníbales en sus banquetes de bohemia.

Quiero encender dentro de ti, todas las razas, todos los enigmas,
todas mis fugas, el precio de todas mis muertes,
la sangre de todas las primaveras.
Todos los vértigos, todas las tragedias, todos los recodos,
todas las trampas, todas las luminarias,
todos los amaneceres donde heridos mueren los cisnes.

Quiero guardar muy adentro de ti,
fragmentos del atardecer, mi suerte, mi destino de pecador y vagabundo,
mi cansancio y mis campanarios,
mi segundo de juventud, mi tabaco de estafador.

Quiero olvidar dentro de ti, las espinas del tiempo,
los perros de la luna, las balas del recuerdo,
el perfume amarillo de mi nostalgia.

Y entre melodías de caníbales,
volarnos el alma con el fuego sagrado del amor,
mientras transmuta el infinito sus perfiles de ciego mercenario.



De doncellas y gitanos.
A Mama.


Por que los sueños son caminos de madera y silencio,
un camino no es solo una larga y triste avenida,
que a veces las rosas en solitarias camas de barro y piedra,
También lloran mordiendo viejos trozos de verdes recuerdos.
Desde el húmedo ventanal donde se asoma la distancia,
La destartalada reina mira pasar la gran caravana,
Donde doncellas y gitanos, sueñan con la música de la luna,
Mientras el gran poema se incendia en fronteras difusas.
Vuelven de tu mano a volar aquellos barriletes hechos de otoño,
Pintaran con su alegría el cielo gris de encendido miedo,
Entonces muerta de frío y desnuda se quebrara dormida la soledad.
Volveremos las mismas mañanas a alborotar,
Con la risa fresca y miradas de futuro,
Junto a los niños y a las violetas que respiran eternidad.
Volveremos tu y yo de la mano a caminar,
Por aquel viejo camino de la Merced,
Soñando vestir de ropas nuevas cada sufrido amanecer.




Centauros azules.



Arderán centauros azules,
La noche que tu mirada viajera acaricie con sus luces prisioneras,
Este viejo corazón que sueña descender hasta sus sombras.

Los diamantes del olvido con sus perfiles de barro y cenizas,
Tallaran los suspiros de cada arco iris,
Anidando sus besos entre las ciegas luciérnagas de este amor.

Deshojaremos el aliento de cada ángel,
El agua de cada amanecer,
Confundidos en el eco de nuestros nombres,
Desnudos en la pausa del abandono.

La noche detendrá su palpitar, contemplando tus besos,
Una lluvia de jarabe.
Y habré muerto,
Cuando la primavera mire el otoño derretido de tus pechos,
Contemplando bajo los besos de tu aliento,
Los puñales enardecidos que salen de tus rosas heridas.

La noche que la luna,
Ponga sus lagrimas de olvido sobre tu corazón,
Siete demonios por las avenidas azules de mi mente,
Desbastaran los campamentos de mi sangre.

Bajo la ventana de lluvia y palabras,
La doncella dormirá sus días, en el tallo tibio de una joven rosa,
Que vencida de poesía,
Beberá las sombras de las ultimas estrellas.



Giros misteriosos.



Recorro trémulo tus calles para detenerme en la esquina de tu noche,
Desorientado pregunto a los duendes que reniegan de su tormento,
Si la ciega luz que sale de tu desnudez, podrá con este silencio,
Molinos de fuego que empujan mi alma.

Vagan las estrellas un negro carnaval sin destino,
Baila la muerte en el centro cerrando sus ventanas,
Llora la ausencia de su amado en la mañana triste,
Mientras sus lagrimas dan de beber su recién nacida locura.

Se agitan los vuelos de mi nostalgia entre vahos de confusión,
Enredan tus alas el camino de mil palabras,
La princesa del miedo preside su gran acto,
Y brotan por los ríos del corazón las semillas del padre dolor.

Giros misteriosos en las gargantas de las plazas, en las narices del otoño,
En los barcos abandonados, en las trincheras del amor,
En los altares de la lluvia, en las catedrales de la noche.
Las begonias bailan joviales en los ojos del cisne,
Cuando los traficantes del olvido degollan las sombras de la luna.

Dos vírgenes fantasmas le arrancan la piel al amanecer,
Con trajes de nicotina intentan vestir su soledad.

Mas las musas atormentadas del poeta han borrado el camino,
En ceremonial murmullo parten al velorio del muerto ruiseñor.

En su bajel de batalla navegan con un ángel dormido,
Inmóvil y aturdido llora en la proa su pagano corazón,
Mientras muerde el alma a pedazos un vuelo de quimera,
De la ciudad de los sueños la desesperanza despabila sus mariposas.


Recorro trémulo tus calles para detenerme en la esquina de tu noche,
Desorientado pregunto a los duendes que reniegan de su tormento,
Si la ciega luz que sale de tu desnudez, podrá con este silencio,
Molinos de fuego que empujan mi alma.

Vagan las estrellas un negro carnaval sin destino,
Baila la muerte en el centro cerrando sus ventanas,
Llora la ausencia de su amado en la mañana triste,
Mientras sus lagrimas dan de beber su recién nacida locura.

Se agitan los vuelos de mi nostalgia entre vahos de confusión,
Enredan tus alas el camino de mil palabras,
La princesa del miedo preside su gran acto,
Y brotan por los ríos del corazón las semillas del padre dolor.

Giros misteriosos en las gargantas de las plazas, en las narices del otoño,
En los barcos abandonados, en las trincheras del amor,
En los altares de la lluvia, en las catedrales de la noche.
Las begonias bailan joviales en los ojos del cisne,
Cuando los traficantes del olvido degollan las sombras de la luna.

Dos vírgenes fantasmas le arrancan la piel al amanecer,
Con trajes de nicotina intentan vestir su soledad.

Mas las musas atormentadas del poeta han borrado el camino,
En ceremonial murmullo parten al velorio del muerto ruiseñor.

En su bajel de batalla navegan con un ángel dormido,
Inmóvil y aturdido llora en la proa su pagano corazón,
Mientras muerde el alma a pedazos un vuelo de quimera,
De la ciudad de los sueños la desesperanza despabila sus mariposas.