ALICIA ACUÑA , Argentina

EN COLORES

Azul… el techo de mi cuarto, la colcha de mi lecho.
La tinta con que escribo los versos del olvido.
Las lágrimas que lloro… las caricias que añoro.
Tus pasos en la azotea… la lluvia en la vereda.
El botón de tu camisa… el tintineo de tu risa.
Mi capelina y el moño de seda… la tarde en el puerto.
Mi alma que languidece con la espera.
Los pinos del bosque cuando amanece.

Naranja… la alborada que llega sin prisa.
Nuestra risa esparcida en la arena.
El eco del oleaje en los médanos.
El graznar salvaje de las gaviotas.
Mis pies jugando con la espuma.
Mis manos acariciando recuerdos.
Mi mente volando hacia otros puertos.

Verde… la senda que recorro día a día.
La paz que no alcanzo todavía.
Mi soledad a veces sombría, otra creadora.
La corona de los girasoles…los jazmines y la rosas.
La isla de los pájaros…los sueños escondidos.
El barco que ha partido llevándose mi aliento.
Mi espera en el puerto…
Azul…Naranja…Verde…
El latir pausado del corazón en mi pecho.
El lecho del mar, donde quiero descansar…
Si no es cierto tu regreso.

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EL VERSO

Llevo el verso en el color uniforme de mi vestido
Junto a mi corazón estremecido por tu distancia
El verso es la fragancia de mi jardín.
Es tu perfume en mi lecho frío.
Es el amor en la voz de la torcaza que regresa al nido.
Es un río infinito de desazones y desencuentros.
De pétalos caídos… recuerdos escondidos.
Es la vuelta al hogar… la boca que reclama un beso.
El latido del corazón al escuchar el regreso del tren.
Yo lo escribo sobre un papiro azul.
Con pluma de sol… lo saco de las sombras.
Le pongo los acentos.
Lo suelto al aire bajo el firmamento.
Lo desato y vuela con el viento.
En este verano tenaz le pongo alas.
Su único fin es el de buscarte.
Más allá de las sombras que te amparan.
Quiero volver a ver tu rostro… mirarme en tus ojos.
Bajo la luz difusa de la aurora.
Buscar mi propia mitad… que fue tras tu sombra.
Y recuperar mi corazón, invisible a tu mirada.
Hacer una cita con un porvenir increíble.
En el que tu propia mitad se levanta.
Para volver a donde ha nacido.
Escribo este verso en un cuaderno.
Y le doy tal vez un sueño eterno… en un cajón de mi escritorio.
Quizás un día los silfos y las hadas lo despierten.
Alentándolo a cumplir con su destino.
Entonces ya mi verso no será gris.
Sino que tendrá tu sabor y el color de la esperanza, merecido.