Lo que está en el aire - Elder Silva, Uruguay

Tuve un profesor de literatura
al que no le gustaban mis ideas políticas,
y menos mis gustos estéticos.
Me enseñó a leer a Garcilaso
y a pastorear metáforas
como Salido y su amigo
cuidaban sus ovejas.
Una noche me dijo
que yo iba a terminar como Horacio Quiroga.
Han pasado veinticinco años
y como no le pedí aclaración
he comenzado a despejar opciones:
No he sido un cuentista excepcional
(ni siquiera un cuentista),
no he vivido en la selva de Misiones,
no me casé con la amiga de mis hijas,
ni he matado a mi mejor amigo por descuido.
Queda aún la posibilidad de inventar nuevas técnicas de taxidermia, por ejemplo.
O pegarme un tiro.