José Emilio Talarico


ESTE INVIERNO

 

Pausado y prolijo este invierno que también se irá.

 ¿Qué podrías rumiar José, mientras la luz comienza a arropar su rutina,

 y se escurre lenta sobre ese montón de cosas baqueteadas e inmóviles?

 (Véanse sillas, mesa, libros, papeles.)

 ¿Guapean figuras en el empedrado humedecido?

 ¿Qué veo sino el copete de lo que pretendí ser,

 la tierra que tragué, la carta que arrugué,

 algún resto de pavor ya indiscernible?

 Va un rum-rum apagado. Anótese.

 (Los epitafios hacen reír porque producen grosería,

 nunca están a la altura del lector ideal.)

 Hora crepuscular: diríase un paisaje propicio a la molienda.

 Sin embargo, alguna satisfacción deberemos llevarnos con la luz,

 la misma luz huidiza que todo lo quiso y ocupó en un mundo perdido.

 Digo perdido: lugar común de los estoicos y los testigos de Jehová.

 Perdido, como esas danzas besadas por la luna,

 como un viejo campanario que estalló.