SARA ROJAS


SAN CAYETANO

En la necesaria fe la Iglesia espera,
el hombre desgajado se integra
en la fluida corriente
de los sudores diarios.
Arrojados como marea
se estrellan en ríos de arena
hombres del pueblo para rezar.
Silencio solemne
quebrado por los gemidos
austeros de los justos,
que murmuran, pan, paz y prosperidad .
Invaden el templo los peregrinos
de todos los tiempos.

Brotan en tropel las oraciones
forman vitrales en la nave central.
Caen a los pies de la sagrada Imagen.
El Santo refulge,
y en sus manos la espiga quiere brotar.
sus ojos lavan las almas,
el hombre afligido siente
la dulzura de la paz.

Confortado, sale a la calle,
condena diaria de vivir.
Envuelto en aureolas de esperanza
el hombre vuelve a creer.
animado retoma su camino.