Roberto Bolaño

Sucio, mal vestido



En el camino de los
perros mi alma encontró
a mi corazón. Destrozado,
pero vivo,
sucio, mal vestido y
lleno de amor.
En el camino de los
perros, allí donde no quiere ir nadie.
Un camino que sólo
recorren los poetas
cuando ya no les queda
nada por hacer.
¡Pero yo tenía tantas
cosas que hacer todavía!
Y sin embargo allí
estaba: haciéndome matar
por las hormigas rojas y
también
por las hormigas negras,
recorriendo las aldeas
vacías: el espanto que se
elevaba
hasta tocar las
estrellas.
Un chileno educado en
México lo puede soportar todo,
pensaba, pero no era
verdad.
Por las noches mi corazón
lloraba. El río del ser, decían
unos labios afiebrados
que luego descubrí eran los míos,
el río del ser, el río
del ser, el éxtasis
que se pliega en la
ribera de estas aldeas abandonadas.
Sumulistas y teólogos,
adivinadores
y salteadores de caminos
emergieron
como realidades acuáticas
en medio de una realidad metálica.
Sólo la fiebre y la
poesía provocan visiones.
Sólo el amor y la
memoria.
No estos caminos ni estas
llanuras.
No estos laberintos.
Hasta que por fin mi alma encontró a mi
corazón.
Estaba enfermo, es cierto, pero estaba vivo.