Nechi Dorado

¿A qué sabe la traición?


Sabe a
cielo de espanto,
a fuego
sucio que arrasa el sentimiento,
es
comparable a un dios excomulgado
hacia el
averno feroz, vuelto despojo.
Me sabe a
rosa ensartada por su propia espina.
Me sabe a
canto de sirena enronquecida.
Sabe a
caricia de hielo y repugnancia,
sabe a
reptar de serpiente entre la hierba
con fuerza
de Hecatónquiro sibilante,
que devora
a sus hijos, de repente.
Me sabe a
noche sin pan de los hambrientos,
sabe a
suspiro contenido frente al miedo,
a rebelión
compulsiva del aliento,
a soledad
de viejo, en el olvido.
Sabe a
arco iris de luto, tras la muerte.
Son cinco
dedos huérfanos de mano,
O cinco
manos huérfanas de dedos,
Manos
heladas que emergen mutiladas
desde
algún laberinto inexpugnable
desentrañando
frases inconexas.
Va la
traición montada en recovecos intrincados
encerrando
una a una a las sonrisas,
en alguna
telaraña inadvertida.
Sabe a
daga ensartada
en la
espina dorsal de los sentidos,
abriéndole
las vísceras al tiempo.
Sabe a
puñal que se clava por la espalda
a corazón
que sangra, sin remedio.
Sabe a un
adiós instalado para siempre
sabe a
puerta cerrada y a lamentos.
No hay
vuelta atrás si la traición se instala
haciendo
agonizar a la palabra,
Entre
paréntesis de margen impreciso.
Se esconde
la traición en madrigueras
decretando
la muerte de los sueños,
produce
enjambre de lágrimas que cuelgan
como
caireles,
Desflorando
a la lealtad, con su veneno.


©Nechi Dorado