Liliana Rendine

Creí que me iba a
resultar fácil escribir esta vez,
error.
Evidentemente, el amor me
está proyectando a hurgar hasta los intersticios más recónditos de mi alma.

No hay prisa, no hay
pausa... Los sentires opuestos me angustian, me carcomen la existencia.
Pasado, presente. Amor, odio. El frío, yo.
Indiferencia, yo.

Sentimientos aletargados
despiertan en subida vertiginosa,
dejándome vulnerable a
cada fracción de segundo que respira mi ser.
Ir de la nada al todo. A lo sólido, lo
preciso, lo profundo permaneciendo en una extraña y placentera calma.

Muchas veces pregunté qué
es el amor
pregunté bajo la lluvia,
al adorado Sol
en la noche eterna y triste, en mi desvelo
y no hallo una sola respuesta.

No lo sé, no debería
preguntar tanto a estas instancias. Me estoy dando cuenta que si no hay vida no
hay amor. Y ahí paro. Y me redescubro.
Tan sencillo como eso.
Estar viva
viva para oír las más
bellas palabras de amor
viva para mirar a mis
sueños cuando estallen libres
viva para temblar, empaparme, para enraizar mi
sinrazón hasta la médula
viva para hundirme en
libertad en mi absoluto.

Sólo se ve el amor con
mis ojos verdaderos, nada más cuenta cuando expresan la ternura profunda y
clara

Y a través de ellos tengo
la certeza que el amor aún existe en mí.