Graciela Wencelblat

Al fondo de la garganta
comienza el precipicio
por donde cae la tristeza.
Queda delicadamente
tatuada en los huesos.


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YA NO


ya no se quejan las palabras
el patio incendiado con mariposas negras.

Sin piel sin huesos ni cintura
maleable
boca de imperioso grito.

Jadeos agrietan el espejo.
Ni música ni poesía.

¿Desierto sin voces?