Del gran poeta argentino Hugo Mujica

HAY PERROS QUE MUEREN DE LA MUERTE DE SU AMO

Hay perros
que mueren de la muerte de su amo
cuerpos que no hacen el amor,
hacen el miedo
que no se agitan,
tiemblan.
Y hay hombres
en los que muere dios
como una gota de lacre
sobre el pecho
de un torso de mármol,
son los que lloran cuando creen
estar hablando,
o gritan soñando, pero al alba
olvidan el grito
con que encendieron la noche.
Hay hombres en los que gime dios
por no encontrar un hombre
donde morir de carne,
pero no llora como quien lo hace
solo,
llora como quien llora abrazado a un niño.

Liliana Varela, Argentina

Ya no me dueles: he logrado
vaciar el néctar de tus besos en otros labios
que no viven sin los míos
y palpitan al compás de mis latidos.

Ya no me quemas: he aprendido
a apagar la llama ahogándola en el río
que fluye cuando lo miro
y me abraza en sus aguas satisfecha.

Ya no me hieres: he podido
curar la llaga y volverla leve marca
que se diluye con los años
que la entierran sin tenerle compasión.


Ya no me puedes:
ya no hay amor.

Alejandro Cabrol, Paraná, Entre Ríos, Argentina


azul .3 /daguerrotipos/


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canto con los dedos 
pez patio pira pozo 
y así… 
hasta hurgar el delfín azul 
que dormía en tu mano 
y ahora surca 
este pecho rengo

otras veces callo
y esplendores nos aplastan las ventanas 
redondamente

laguna mutismo
cuando enumeramos
tanta procesión de infartos

morbidez atravesándonos

pero además
cuento tus dagas
lengua lirio luna labio
y también los peces 
que palpitan descalzos entre mis cenizas 

canto cuento callo
algún día 
abriré este ojo cárcel
hasta estirar tu noche 
más olvidada

Angélica Beltrán, Colombia

Poema nadaísta

Cierra los ojos,
aspira hondo, olvida...
Nada está en tu mente,
déjala hacerse,
si la deseas blanca, negra... no luches
Así es ella,
sosiégate.
Nada vendrá pronto.
Es la mujer que se desnuda en tus sueños
pero tiene el pudor de borrarlos antes del alba,
es la nostalgia que a la mañana asalta,
cauta en borrar la razón.
Es la escurridiza que buscas a diario,
y con sigilo se mueve en tu interior.
Ahora que lo sabes, finge silencio,
Calla...
Algún día vendrá a tu encuentro
si tienes la prudencia
de contar nada acerca de Nada.



Desayuno zen

Me gusta desayunarme a mí misma
sin que nadie me sirva la mesa
deshojar mis dedos
como pétalos que develen mi sino
Prefiero el jugo amargo que cae de mis ojos a palabras exultas que caen en olvido.
Deseo ver al tiempo devorar los días
comerse a pedazos mi ego suculento
Me gusta desayunarme a mí misma
la mesa ya está servida.




Oración a la diosa del ajedrez

Querida Kaisa,
tú que habitas a la siniestra de este juego vital,
tú que miras con fijeza el terreno de estrategias,
que mueves los hilos de Aquello
que yo peón de la vida ignoro,
haz que descienda de la opresión de mi reino
y que airoso camine entre ruinas de torres y jinetes.
Absuélveme de jugar cruel retozo,
déjame pacer en este campo de mirra y lloro
y ver los ojos de mi amada, reina enemiga.
Si aún es posible,
déjame habitar en la intemperie;
haré de mí pasto de caballería,
y podré, en el otro extremo,
recuperar mi vida
en el paraíso de los peones maltrechos.



de-Espacio

Te pongo mi espalda
Trepa como hiedra
Como aroma
sujeta la línea
Trópico de Cáncer
Caracol triste
A v a n z a
Con tus senos ardorosos
lengua presurosa,
aroma derrochada
Domeña las líneas de mi epidermis
La salvedad de mi destino
Enséñame a caer...
despacio
sin mirar el abismo
Despacio...
muy d e s p a c i o





Las lecturas de Lilith

Cadenas de serpentinos rizos
colgaban de su frente en arco.
Piernas lucientes,
mirada espesa,
confundí en sus ojos
secretos de diosas.
Soy la cacería, ella el verdugo;
mis labios, sello de su profano aliento.
Ahora me persigno,
tiemblo al escribirlo.
Jamás olvidaré
su voracidad
mientras comía mi Biblia



Profundo

Palabras como pez espada,
lágrimas y corales para el tentempié de medianoche,
una nube de escamas baña el arco iris nocturno,
el mar se deslizará como Sirena y morderá tus labios con fruición de tortuga.
Respira hondo el abismo te espera con sus tentáculos de bronce y peces que parpadean de amor a tu encuentro. Despídete de lo que es aire,
Despídete de la luna,
despídete del viento...
dominarás el agua con el látigo de tu cabello,
confía en mí, pero escucha con cuidado, no hablo de mares, no hablo de simas... hablo de descensos sin cordeles ni poleas... te hablo con mis palabras estalagmitas de burbujas, sólo un vaivén de legiones ridículas, que sólo buscan la mejor excusa:
Habita en lo profundo de mi alma.

Martín Carlomagno, Paraná, Entre Ríos, Argentina


Poemas del libro inédito El inventado
Al Estibador de Villa Urquiza
¿Acaso la memoria
ha quedado en la arena?
Todo hombre da cuenta por sus pasos.
Todo sol es la noche.
Aunque vuelvas memoria por los suelos de entonces
y una música lenta te reclame en silencio.
Nada hay en el río
y los barcos no vuelven.
¿Se habrá secado
el viento en los hombros del sueño?
Ahora que han cambiado
trabajo por tormento.
Esas bolsas son tuyas
hombreador del fracaso
y esa playa de nadie espera algún regreso.
Estibador, la noche tiene pasos a tu lado.
Guarda silencio el hombre de cemento.


El inventado
Tres cucharadas de polvo en las solapas
y la ilusión abajo.
En los tobillos.
Más cerca, el suelo
le acorta la mirada.
Los pasillos sin luz,
las parvas de papeles
que asoman desde el fondo.
Afuera lo demás,
la danza de los autos
junto a los colectivos.
La mañana sellada
de cara a lo que dicen.
Para el inventado no hay como una corbata.
Una balanza floja.
Desde lo alto un dedo cae,
cae lo que muestra un dedo,
no lo que dice.
Sigue girando el viento
sobre los techos,
sobre los árboles.
Ahora el inventado camina marcha atrás,
una mesa lo aguarda.
A veces lo convidan.


La mano que da muerte al inventado
El filo de un bozal traza otra tarde.
Se levantan los frentes huidizos,
hacia aquellos galpones
en donde la penuria
ha dejado sus últimas migajas.
Todo parece abrirse
detrás del cielo,
sólo que en esta tarde
no habrá resurrección.
El fruto ha perdido el centro
y ahora
es gravedad.
Sobre los campos arden
los herreros del viento avanzan deshojando
los rastros de otra historia.
¿Piensan ahora acallarlo?
¿Darle agua al pampero?
Las tropas se ocultan tras los árboles.
No hay presagios.
Sólo un hombre solo
cruza el atardecer,
en su mano derecha lleva un trapo
y en la otra
una espada de papel.

Pedro Raúl Sánchez – Tafí Viejo, Tucumán, Argentina

Tiempo heredado

Era un tiempo heredado de las esperas y de los silencios
Donde un verduzco terciopelo comulgaba con los ladrillos
Y en las veredas desparejas baldosas sonreían salpicando
Un rumor de aguas aquietadas, filtradas de zaguanes o de patios...
Y entre el enramado agridulce de los naranjos añejos
El ocaso filtraba código de luces perfumadas por sus frutos...
Era un tiempo heredado de las esperas y de los silencios
Donde entornar los ojos era retroceder imantado de hechizos y recuerdos
Para reunirnos en un ahora, limitando los olvidos y presencias
O rezongando alguna impronta queja que quedo aguardando en los labios



Tardías seducciones

¿Adónde estabas cuando clausuraron las auroras
Los virginales cantos y se iniciaba el ciclo
De tardías seducciones
En los umbrales del deseo y la lujuria?
¿Adónde te ocultabas que mi fuego sucumbía
En tus estíos sedientos de algarabías y jolgorios?
Ahora te descubro,
En las noches donde bebe el deseo su sed urgente
Y los cuerpos son sólo placer irrefrenable



Aproximación

Todo es una incierta convocatoria al delirio
Como un gran conciliábulo
Que aproxima territorios a la nada y sucumbe.
Telaraña sutil y bravía.
Están abiertas las instancias a los sueños
Lluvia ácida que moja las mortajas del invierno.
Y la tristeza agota los instantes
Ya no existen las sombras que guiaron los pasos al abismo.
Y hay brumas que rescatan del vértigo la soledad tardía de palabras,
Sin eco y sin tiempo