Martín Carlomagno, Paraná, Entre Ríos, Argentina


Poemas del libro inédito El inventado
Al Estibador de Villa Urquiza
¿Acaso la memoria
ha quedado en la arena?
Todo hombre da cuenta por sus pasos.
Todo sol es la noche.
Aunque vuelvas memoria por los suelos de entonces
y una música lenta te reclame en silencio.
Nada hay en el río
y los barcos no vuelven.
¿Se habrá secado
el viento en los hombros del sueño?
Ahora que han cambiado
trabajo por tormento.
Esas bolsas son tuyas
hombreador del fracaso
y esa playa de nadie espera algún regreso.
Estibador, la noche tiene pasos a tu lado.
Guarda silencio el hombre de cemento.


El inventado
Tres cucharadas de polvo en las solapas
y la ilusión abajo.
En los tobillos.
Más cerca, el suelo
le acorta la mirada.
Los pasillos sin luz,
las parvas de papeles
que asoman desde el fondo.
Afuera lo demás,
la danza de los autos
junto a los colectivos.
La mañana sellada
de cara a lo que dicen.
Para el inventado no hay como una corbata.
Una balanza floja.
Desde lo alto un dedo cae,
cae lo que muestra un dedo,
no lo que dice.
Sigue girando el viento
sobre los techos,
sobre los árboles.
Ahora el inventado camina marcha atrás,
una mesa lo aguarda.
A veces lo convidan.


La mano que da muerte al inventado
El filo de un bozal traza otra tarde.
Se levantan los frentes huidizos,
hacia aquellos galpones
en donde la penuria
ha dejado sus últimas migajas.
Todo parece abrirse
detrás del cielo,
sólo que en esta tarde
no habrá resurrección.
El fruto ha perdido el centro
y ahora
es gravedad.
Sobre los campos arden
los herreros del viento avanzan deshojando
los rastros de otra historia.
¿Piensan ahora acallarlo?
¿Darle agua al pampero?
Las tropas se ocultan tras los árboles.
No hay presagios.
Sólo un hombre solo
cruza el atardecer,
en su mano derecha lleva un trapo
y en la otra
una espada de papel.