Alegre y tierna, como siempre amiga,
llegaste a la tarde, casi anochecía.
Tu risa, tan fresca, fue suave caricia
en mi soledad, que no se acostumbra.
Regando tu amor, por todos mis poros,
dando tu cariño cuando lo pedía.
Un coro de besos arrulló mi cuerpo
ofrendando vida, pues estaba yerto.
Angel de emociones, por Dios enviada,
tu oración de amor bien ejecutada.
Nos sorprendió el reposo sigilosamente,
a tu cuerpo y el mío, juntos dulcemente.