María Eugenia Caseiro



Balada para dos extraños

 

LLeva la puerta un grito
de soledad colgado
en un plazo marcado
de silencio contrito.

Como en una estación
desprovista de andenes
de andantes y de trenes,
todo es inanición.

Y una extraña pintura
con su música extraña
tiene acústica y baña
la calle en su lisura.

La puerta en su postura
de arcano clausurado
muestra el sello del hado
en cada mordedura.

La música es un tercio
de notas dibujadas
y puertas despintadas
enfrentando al silencio.

La luz, como un detalle,
a la música abierta
y al cierre de la puerta,
ha enlazado del talle.