FRANCISCO DE SALES


TUS AMANECERES



¿Sabes cómo era el amanecer?

Mientras tú seguías dormida,

llamaba a la ventana con una calidez maternal,

con un mimo exquisito,

con un tacto cuidado.



Yo, despierto antes que él,

ponía el dedo de mandar ante mi boca,

erguido, cariñosamente amenazante,

y le enviaba a abrir otros ojos.



Me quedaba mirando el perfil

que diseñaba la sábana,

y luego la deslizaba hasta tus pies,

para ver tu cuerpo desnudo.



Movías tu postura, sin saber por qué,

y te tapabas el hombro con una mano.



Admiraba, cada vez, cada día,

el acabado preciso, la ausencia de ausencias.



Tu cuerpo, felino, agazapado, quieto,

reclamaba mis besos y mis deseos;

cada vez, cada día,

rozaba tus párpados con los labios,

deslizaba un dedo por tu vientre y te despertaba.