TUS
AMANECERES
¿Sabes cómo era el amanecer?
Mientras tú seguías dormida,
llamaba a la ventana con una
calidez maternal,
con un mimo exquisito,
con un tacto cuidado.
Yo, despierto antes que él,
ponía el dedo de mandar ante
mi boca,
erguido, cariñosamente
amenazante,
y le enviaba a abrir otros
ojos.
Me quedaba mirando el perfil
que diseñaba la sábana,
y luego la deslizaba hasta
tus pies,
para ver tu cuerpo desnudo.
Movías tu postura, sin saber
por qué,
y te tapabas el hombro con
una mano.
Admiraba, cada vez, cada
día,
el acabado preciso, la
ausencia de ausencias.
Tu cuerpo, felino,
agazapado, quieto,
reclamaba mis besos y mis
deseos;
cada vez, cada día,
rozaba tus párpados con los
labios,
deslizaba un dedo por tu
vientre y te despertaba.