amalia zacoutegui

FUGAZ


Que venga a mí, que llegue el vendaval que me destrone.
Que ocupe el fuego primero de mi hoguera
este temblor de pájaros que me salvan, esta herida bendita de lo incierto.
Apenas ayer, la certeza fue todas las emboscadas.
Hoy cae la lujosa molienda de una cascada de estrellas fragmentadas
y ya no sé decirme en nombre de mi nombre,
que se deshace, se disipa como un amor desgajado y abatido.
Que venga a mí el viento huracanado,
su cabello de flores olorosas, esa gasa que danza por sobre el precipicio,
en el aire que es beso y levedad de suspiros.
Hasta que mi voz al fin se desintegre,
hasta que mi fe se deje flotar entre los párpados y ya no me represente,
hasta que mi alma sea bosque rumoroso de enigmas,
un murmurar la fragilidad,
luciérnaga fugaz que destraza las sombras y se enciende.