Gloria Gayoso

Mirando unos zapatos


Algunos caminan solos,
van descalzos, sin dueño,
arrastrándose por las calles,
sin esperanza de tobillo ni empeine,
desheredados,
oliendo el propio cuero,
desmenuzando la suela
contra el suelo irregular
de las veredas de cualquier barrio.
Algunos perdieron las piernas
a quienes llevar
ganados por el hastío que inventa
crucigramas para matar el tiempo.
Muchos se cruzan los cordones
por rebelarse contra el sindicato
de zapatos de ilustres beneméritos.
La mayoría luce desgastada,
sometida al secreto vaivén del asfalto.
Y hay un centenar múltiple
de insurrectos desahuciados
ante el reinado de la zapatilla.
Sólo los de Van Gogh
me miran desde la tela
contándome una historia
de penas existenciales,
que doblan el metatarso
hasta que duelen dentro, muy dentro,
los diez dedos de andar la vida.