Gildardo Isidro Gutierrez Isaza

ACANTILADOS


Místicas y profundas son tus palabras,
anudadas de viento y poesía.
Son la fragancia exquisita que recorre mi cuerpo,
elixir de tus labios como las voces del tiempo.
Noche donde vengo a beber,
Noche que se propaga en el silencio que me invade.
¡Secreto!
Mi ilusión es tan palpable,
como lo son tus labios de fuego.
Tierra preciosa, amalgama que fluye en mí,
se adhiere a mi piel...
Exuberante misterio
del idioma de la luz:
¡Tentación!

Entre mis brazos eres un pájaro precipitándose
en los profundos acantilados.
Ahora, no logro sustraerme de ti,
y las palabras crecen húmedas y tristes;
enramada,
nube de verano sobre los almendros de mis dedos.
Gota de rocío que muere en mi piel,
que deseo beber más se extingue,
inoculando una especie de veneno:
¡Soledad!

Devuélveme la lejanía,
siento la desolación espigarse en mi sangre.
Como una hoja marchita vas dejando una estela,
un sendero desabitado.
Llega la noche
añejada de secretos y tu voz resuena en mí,
adherida como esta se repliega y hace erupción:
¡Vastedad!
Mi corazón esta atiborrado de tus palabras,
cortos relatos de memoria y olvido, carnaval de colores;
tinte de un fruto que madura y gravita.
Hospedero del tiempo que voy a morir sin comprender el por qué...
No logro sustraerme de ti, hacer un alto el camino.
Soy delfín atrapado en el eco de tus palabras,
en la hécatombe de tu piel,
en el eco de mi propio grito,
de mis propios deseos.
¡Desolación!