OSVALDO MARIN / PUNTARENAS / COSTA RICA

DESIGUALES

No se oye en el entorno un solo ruido;
el estero es una lápida dormida:
sobre la superficie, las estrellas
más parecen luciérnagas que brillan.

Confiado, un pescador deja la orilla,
a oscuras se sumerge y va hacia el bote,
y mientras interroga al horizonte
no vislumbra el final de su aventura.

Acostumbrado al mar (y a su bravura),
donde viene a verter sus turbaciones,
suele arrancarle plácidas canciones
y agradecerle en ellas el sustento.

Cual su barca está anclado …a un pensamiento.
Más hondo aún, un sentimiento anida:
incierto es el regreso; y la partida
lleva la misma dirección del viento.

Un tronco seco que cobrara vida
interrumpe la calma del estero.
Deja partido en dos al marinero
con su hocico salvaje el homicida.

Viendo al feroz reptil en su dureza,
contemplando afligido lo que ha hecho,
comparo con la bestia que en mi pecho
morir prefiere, a lastimar su presa.